miércoles, 13 de mayo de 2009

Chillin’ en Trocadero

Aunque a mí y tal vez incluso a usted le parezca abstracto y loco, muchas personas vegan no toman alcohol, en su gran mayoría aquellas que han adoptado este estilo de vida por salud. Yo definitivamente no soy una de ellos, así que le voy a hablar de un lugar relajado y lindo donde tomarse unos traguitos cuando apetezcan.
Después de un té de canastilla alcohol-free (doble crueldad) tres chicas sedientas nos dirigimos en busca de un par de vodkas mal puestos para olvidar las penas y las alegrías. Mi hermana que se conoce cuanto bar, lounge y restaurante hay en san josé y alrededores nos propuso ir a Trocadero, cerca de la bomba la primavera en barrio la california.
Es una de esas casas viejas que lo transportan a uno a un tiempo en el que la california no era una callesucha sucia y llena de mierdosos tomando fuera de los bares y pensando que son lo más cool del mundo occidental. La distribución es lindísima, se nota que la remodelación se hizo con gusto y sobre todo con medida, nada exagerado ni demasiado modernoso. Un mesero superrequetearchiamable nos guió hasta una mesita baja con tres asientos cúbicos en una salita acogedora y de iluminación agradable, dominada por una chimenea que a falta de lumbre tenía cantidad de velas, que lograban dar calidez al ambiente. Yo que tengo pésima postura resentí un poco la falta de apoyo en la espalda y el estar sentada casi en el suelo, pero llega el punto en el que el ambiente puede más y uno llega a acostumbrarse.
No andábamos en plan de comer, pero sí había un grey goose haciéndonos ojitos desde el menú, que de plano nos conquistó a primera vista. Eventualmente eso sí nos picó el gusanillo de la comida, así que revisamos el menú. Ya nos habían recomendado la pizza, sin embargo madre, que era la más hambrientilla se decidió por una cazuela de hongos. Como siempre y para curarnos en salud llamamos a nuestro mesero favorito para preguntarle los ingredientes del plato. Muy amablemente nos sacó de dudas y nos tranquilizó el espíritu informándonos que el plato era vegano.
Vegano y delicioso. Los hongos frescos nada recocinados, en una salsita ligera de vino blanco y especias, con una aroma de ajo suave y unas tostaditas exitosas. Bueno, que no tenía hambre y acabé comiéndome un montón.
Un lindo lindo lugar para relajarse y pasar un rato ameno. Buena comida y atención impecable.

miércoles, 6 de mayo de 2009

Al muluk! mmmm!

Un Viejo amigo ha regresado. Como toda estudiante chancletuda de la ucr visité Al muluk cuando estaba ubicado en la desastrosa y casi entrañable calle de la amargura hace unos 8 años (lo cual me recuerda que estoy haciéndome vieja). Así que también me sorprendí y hasta me entristecí cuando hace un tiempo pasé por ahí y no vi el letrero con el arbolito, una lástima realmente, porque cualquier restaurante libanés que se precie de serlo ofrece al menos un par de buenos platillos vegetarianos, por lo que uno siempre sufre la desaparición de alguno.
Y bueno, hace unas noches olvidé las llaves de casa y mientras esperaba a que ale llegara a abrirme, decidimos buscar un lugar donde comer (aquí empieza el vegancrucis, a pensar dónde comer). Andábamos por tres ríos, cerca de la galera, cuando sentí como cuando uno ve a un viejo conocido y no lo reconoce de inmediato, pero siente ese calorcito en el corazón, signo infalible de recuerdos agradables (repercusión en el estómago, en este caso), y la voz de mi papá me sacó del trance diciendo el nombre de este amigo que hace tanto no veíamos: Al muluk!!!!. Le diré que “Tierra a la vista” no causa tanto alborozo en una lancha a la deriva como el nombre de un lugar con comida vegetariana en un carro lleno de veganos. Un parpadeo y ya estábamos parqueados enfrente con una sonrisa de oreja a oreja.
De primera entrada no le recomiendo sentarse en el primer piso, para mi gusto demasiado parecido a … subway. Demasiada luz y poca decoración, además de que uno tiene los enfriadores a la vista llenos de galones de pulpa de frutas y paquetes de comidas frías. Fatal, si quisiera comer en la bodega lo solicitaría. Pero el segundo piso definitivamente se la juega mucho mejor. Es un área mucho más grande, dividida en dos espacios de decoración austera y música altamente agradable (no hay que olvidar que sus propietarios son Arabika). Una recomendación extra: lleve abrigo, porque es ventosito.
El negocio es atendido directamente por la familia, lo cual se nota, porque la atención es excelente, cálida y eficiente. En el menú hay exactamente 5 platillos vegetarianos, a cual más delicioso que el otro. A decir: Falafel en taquito, plato de falafel, tabuleh, hummus y baba ganough. Hace como dos meses no estoy a dieta, así que los probé TODOS menos el hummus.
El plato de falafel consta de 4 tortitas, bien doradas evidentemente al momento, calientitas y delicadamente condimentadas. Vienen sobre una cama de lechuga y acompañadas de una ensalada, todo bañado en salsa de tahini. Ahora, mi único problema con este plato es la falta de continuidad, porque por supuesto regresé a la semana siguiente y pedí lo mismo, con la consecuente sorpresa de esta vez los falafel no traían la misma ensalada y la presentación en general era un tanto diferente, llámenme aburrida pero me gusta que mi plato se repita sin variaciones. Ya lo dicen los gringos: If it ain’t broken, don’t fix it. En cuanto al taco pues eran las tortas de falafeldentro de un rollo de pita con la ensalada y la salsa de tahini, rico rico rico. Apenas para un bocadillo liviano y sabroso.
El tabuleh delicioso, fresco y acidito. Eso sí, las palmas se las llevaba el baba ganough, el mejor que he probado en mi vida. Cantidades exactas de cada ingrediente y especia hacen este spread de berenjena de los dioses!. Todos los platos vienen acompañados de pan pita.
Definitivamente es una alegría ver volver a un amigo y encontrarlo remozado y mejor. Mi única aprehensión? Volver a pedir el baba ganough y que no sea el mismo…