miércoles, 16 de junio de 2010

Después de Veggie House no hay otra que abdominales!

Como la gran mayoría de los veganos, ya me había yo resignado a que los postres y la repostería eran cosa del pasado, o sea, la dieta decente estaba cuasi garantizada. Y cuando menos me lo esperaba ahí estaba, en una esquina que ni recordaba que existía, Veggie House.
El simple hecho de entrar en un restaurante y poder escoger del menú (sí, leyó bien, escoger, ese deleite prohibido para los veganos en casi cualquier lugar) era ya una extravagancia, y si a eso le añadimos el hecho de que además la atención es bastante buena y la comida también pues aún mejor; y si a esto incluso le añadimos que hay deliciosa repostería pues se imaginarán que prácticamente pusimos tienda de campaña afuera del local.
Vamos a la comida. Quiero empezar por decir que si usted tiene aprecio por sus dientes no pida refresco, o del todo pídalo con toneladas de hielo; supongo que será porque son pulpas, pero es simplemente demasiada azúcar para cualquier humano promedio. Siguiendo con las bebidas el café se volvió so-so cuando cambiaron de chef, lo cual no me puedo explicar, o sea, un café es un café es un café, no?.
Desafortunadamente no hemos probado todo lo existente en el menú, pero procuraré ser lo más prolija en detalles respecto a lo que sí hemos probado. Lo que me parece es su mejor platillo es el panini, la versión tu-yu de un sándwich digamos. Este viene relleno de una deliciosa torta de garbanzo y ensaladita, acompañado de papas a la francesa (aquí es donde mi dieta empieza a temer por su vida). Para mi gusto podrían ponerlo en la plancha o calentar el pan antes, porque a pesar de que el pan se siente fresco, le falta textura y a mí pues de plano que el pan frío me desmatiza.
El casado por otra parte tiene sus altos y bajos. La ensalada y la torta de garbanzo exquisitas!, pero el arroz estaba un poco duro y los frijoles pues no estaban frescos, lo cual es bien raro en un casado, me daban la impresión de haber sido calentados en el microondas y por ende haberse secado.
Uno que creo que mordió el polvo definitivamente para nosotros fue el wrap. Anteriormente era una exquisitez, soya frita bien adobada, hummus, vegetales, salsa de jengibre, ensaladita, en fin, una delicia por donde se le mirase. Sin embargo aparentemente un wrap no es un wrap no es un wrap cuando se cambia de chef; la última vez que lo pedí estaba super seco y en vez de la soya ahumada me encontré con una especie de hamburguesa de soya descuartizada que me heló la panza.
Pero eso sí, la repostería no tiene parangón. Esta señora se v a ir directo al cielo por lo que hace con nuestros paladares y directo al infierno por lo que está haciendo con mis caderas. No hay sentadilla ni abdominal que se pelee con esos deliciosos brownies con cobertura de menta, con el queque de vainilla que me podría comer sola escondida en el baño, con los cupcakes de nueces… Qué le digo, que tiene que ir, que no se puede morir sin probarlos!.
Una cosa sí le digo, verifique el horario, porque como buen restaurante vegetariano tiene un horario poco menos que inverosímil para ser restaurante. Abren a medio día y cierran a las 7 30, los sábados me parece que cierran antes y los domingos pues del todo no. Típico…
Seguiré esperando el día que haya un restaurante vegan con horario nocturno y por qué no, con la opción de tomarse una cervecita. En ese caso no tienen más que asomarse y ahí estaré, bien instalada con mi tienda de campaña y mis perros y gatos.

martes, 7 de julio de 2009

Huacalaraches huaraches!

Hace unos domingos me encontré en la disyuntiva de qué hacer con mi apetito de comida mexicana, por aquello de que ya no me atienden en Jalisco. Recordé que alguien me había mencionado huaraches, así que revolcamos la internet buscando la dirección (nunca un restaurante se escondió mejor en la red).
Finalmente, muertos de hambre nos dirigimos allá, bajo una lluviecilla constante que, debimos haber notado, era un mal presagio.
De entrada la peste a muertico en parrilla me golpeó la nariz hasta que me supo a tierra, pero una chica vestida de mexicana tradicional con una gran sonrisa nos hizo olvidarlo un poco mientras nos dirigía a una mesa. El alivio me duró poco eso sí, porque nos sentaron prácticamente en la cocina.
Luego de una espera algo larga vino un mesero más serio que un pleito de machetes a tomarnos la orden. Pronto descubrí que no era seriedad, era simple cerotada. No hacía por dónde ofrecernos un plato que al menos pudiéramos comer, deje de lado algo que quisiéramos. Finalmente pedimos unas flautas de papa (no natilla no queso) y un burrito vegetariano (no natilla no queso).
Bueno, que le digo! Tenía más sabor mi maridito bailando merengue que esa comida. La salvaba un platón con 5 salsas diferentes y deliciosas. Una de chipotle, otra de tomatillo, una de tomate rojo, un pico de gallo y una de chile picante. Sin eso simplemente hubiera dejado las cabronas flautas tiradas y me hubiese largado.
Según ale el burrito se dejaba comer, nada especial pero decente; eso sí, los hongos los tuvo que pagar aparte porque el plato no los incluía. Las flautas de papa estaban sencillamente asquerosas, me comí dos por no desperdiciar, pero de verdad que fatales. Por más salsas que les puse, por más sal, era como estar tomando aceite y masticando chicles de tortillas tiesas.
Y bueno, el personal se va ganando el premio del peor staff de restaurante que he visto en la vida. Debido posiblemente a que estábamos tan cerca de la cocina nos tocó verlos pelear por quién llevaba qué plato, por quién tenía turno de almorzar, nos tocó ver a una mesera destragarse de una forma que me hizo pensar que esta niña traía los calzones como por el colon, en fin, que la parte oscura del lugar.
Me deja pensando que no debiera llamarse huaraches, si no huacalaraches

viernes, 26 de junio de 2009

Jalisco es el país de las maravillas, en el mal sentido de la frase

Visualice un lugar donde usted es bien atendido, por tipos amables y de buen humor, donde la comida se sirve rica y calientita, donde el ambiente es agradable y usted desea volver.
Ahora, pongámosle que usted vuelve y los tipos de buen talante se pellizcaron uno con el zipper en la mañana y están de un chichón, y no disimulan, lo atienden mal y si no de plano pues lo ignoran y listo. La comida está como sacada de la nevera, además de insípida y hecha a las carreras. Y para colmo de males la decoración de navidad aún está ahí (yo amo la navidad, pero la decoración fuera de temporada es deprimente).
Bueno, pues usted se encuentra en Jalisco, san pedro, el país de las maravillas fucked up donde todo es confusión constante y regadas de bilis.
Si usted tiene una vida aburrida y sin gracia entonces tal vez esto lo saque de la rutina. Si usted tiene una vida medio normal pues se va a morir del berrinche, como yo.
A veces he ido a Jalisco y he sido bien atendida, por uno de los 3 meseros, el mexicano maniaco-depresivo, el colombiano temeroso-chichas y el tico estoico. He comido burritos vegetarianos sin lácteos ofrecidos al instante por el mesero, burritos calientitos y jugosos, con hongos, cebolla y chile dulce, frijoles y salsa.
A veces he ido a Jalisco y … bueno, del todo no he sido atendida. He tenido que sentarme en una mesa sucia, llena de pedazos de cadáveres de animal y servilletas con jugos de muerto a esperar durante diez minutos. Finalmente desde luego me largué con un hambrón y un colerón, que fue lo único que conseguí esa tarde en ese lugar.
A veces he ido y cualquiera de los meseros me atiende en automático, me ignora a veces, me hace cara de disgusto cuando lo llamo y ni siquiera se digna a verme a la cara cuando le hablo. Me traen la comida fría y sin gracia, los burritos sin una pizca de sal que les haya caído por accidente, resecos y recocinados, con unos pedazos de cebolla para atragantar al más valiente y los frijoles prácticamente inexistentes.
Bueno, qué más puedo decir, que Jalisco es el país de las maravillas, en el peor sentido de la frase.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Chillin’ en Trocadero

Aunque a mí y tal vez incluso a usted le parezca abstracto y loco, muchas personas vegan no toman alcohol, en su gran mayoría aquellas que han adoptado este estilo de vida por salud. Yo definitivamente no soy una de ellos, así que le voy a hablar de un lugar relajado y lindo donde tomarse unos traguitos cuando apetezcan.
Después de un té de canastilla alcohol-free (doble crueldad) tres chicas sedientas nos dirigimos en busca de un par de vodkas mal puestos para olvidar las penas y las alegrías. Mi hermana que se conoce cuanto bar, lounge y restaurante hay en san josé y alrededores nos propuso ir a Trocadero, cerca de la bomba la primavera en barrio la california.
Es una de esas casas viejas que lo transportan a uno a un tiempo en el que la california no era una callesucha sucia y llena de mierdosos tomando fuera de los bares y pensando que son lo más cool del mundo occidental. La distribución es lindísima, se nota que la remodelación se hizo con gusto y sobre todo con medida, nada exagerado ni demasiado modernoso. Un mesero superrequetearchiamable nos guió hasta una mesita baja con tres asientos cúbicos en una salita acogedora y de iluminación agradable, dominada por una chimenea que a falta de lumbre tenía cantidad de velas, que lograban dar calidez al ambiente. Yo que tengo pésima postura resentí un poco la falta de apoyo en la espalda y el estar sentada casi en el suelo, pero llega el punto en el que el ambiente puede más y uno llega a acostumbrarse.
No andábamos en plan de comer, pero sí había un grey goose haciéndonos ojitos desde el menú, que de plano nos conquistó a primera vista. Eventualmente eso sí nos picó el gusanillo de la comida, así que revisamos el menú. Ya nos habían recomendado la pizza, sin embargo madre, que era la más hambrientilla se decidió por una cazuela de hongos. Como siempre y para curarnos en salud llamamos a nuestro mesero favorito para preguntarle los ingredientes del plato. Muy amablemente nos sacó de dudas y nos tranquilizó el espíritu informándonos que el plato era vegano.
Vegano y delicioso. Los hongos frescos nada recocinados, en una salsita ligera de vino blanco y especias, con una aroma de ajo suave y unas tostaditas exitosas. Bueno, que no tenía hambre y acabé comiéndome un montón.
Un lindo lindo lugar para relajarse y pasar un rato ameno. Buena comida y atención impecable.

miércoles, 6 de mayo de 2009

Al muluk! mmmm!

Un Viejo amigo ha regresado. Como toda estudiante chancletuda de la ucr visité Al muluk cuando estaba ubicado en la desastrosa y casi entrañable calle de la amargura hace unos 8 años (lo cual me recuerda que estoy haciéndome vieja). Así que también me sorprendí y hasta me entristecí cuando hace un tiempo pasé por ahí y no vi el letrero con el arbolito, una lástima realmente, porque cualquier restaurante libanés que se precie de serlo ofrece al menos un par de buenos platillos vegetarianos, por lo que uno siempre sufre la desaparición de alguno.
Y bueno, hace unas noches olvidé las llaves de casa y mientras esperaba a que ale llegara a abrirme, decidimos buscar un lugar donde comer (aquí empieza el vegancrucis, a pensar dónde comer). Andábamos por tres ríos, cerca de la galera, cuando sentí como cuando uno ve a un viejo conocido y no lo reconoce de inmediato, pero siente ese calorcito en el corazón, signo infalible de recuerdos agradables (repercusión en el estómago, en este caso), y la voz de mi papá me sacó del trance diciendo el nombre de este amigo que hace tanto no veíamos: Al muluk!!!!. Le diré que “Tierra a la vista” no causa tanto alborozo en una lancha a la deriva como el nombre de un lugar con comida vegetariana en un carro lleno de veganos. Un parpadeo y ya estábamos parqueados enfrente con una sonrisa de oreja a oreja.
De primera entrada no le recomiendo sentarse en el primer piso, para mi gusto demasiado parecido a … subway. Demasiada luz y poca decoración, además de que uno tiene los enfriadores a la vista llenos de galones de pulpa de frutas y paquetes de comidas frías. Fatal, si quisiera comer en la bodega lo solicitaría. Pero el segundo piso definitivamente se la juega mucho mejor. Es un área mucho más grande, dividida en dos espacios de decoración austera y música altamente agradable (no hay que olvidar que sus propietarios son Arabika). Una recomendación extra: lleve abrigo, porque es ventosito.
El negocio es atendido directamente por la familia, lo cual se nota, porque la atención es excelente, cálida y eficiente. En el menú hay exactamente 5 platillos vegetarianos, a cual más delicioso que el otro. A decir: Falafel en taquito, plato de falafel, tabuleh, hummus y baba ganough. Hace como dos meses no estoy a dieta, así que los probé TODOS menos el hummus.
El plato de falafel consta de 4 tortitas, bien doradas evidentemente al momento, calientitas y delicadamente condimentadas. Vienen sobre una cama de lechuga y acompañadas de una ensalada, todo bañado en salsa de tahini. Ahora, mi único problema con este plato es la falta de continuidad, porque por supuesto regresé a la semana siguiente y pedí lo mismo, con la consecuente sorpresa de esta vez los falafel no traían la misma ensalada y la presentación en general era un tanto diferente, llámenme aburrida pero me gusta que mi plato se repita sin variaciones. Ya lo dicen los gringos: If it ain’t broken, don’t fix it. En cuanto al taco pues eran las tortas de falafeldentro de un rollo de pita con la ensalada y la salsa de tahini, rico rico rico. Apenas para un bocadillo liviano y sabroso.
El tabuleh delicioso, fresco y acidito. Eso sí, las palmas se las llevaba el baba ganough, el mejor que he probado en mi vida. Cantidades exactas de cada ingrediente y especia hacen este spread de berenjena de los dioses!. Todos los platos vienen acompañados de pan pita.
Definitivamente es una alegría ver volver a un amigo y encontrarlo remozado y mejor. Mi única aprehensión? Volver a pedir el baba ganough y que no sea el mismo…

sábado, 24 de enero de 2009

Lo que no té con té

Despúes de una mañana de loquitos en el trabajo, madre decidió que nos merecíamos un almuercito para agarrar energías antes de seguir, así que empezó (sé que le ha pasado a usted) el viacrucis de decidir dónde podemos comer que haya opción vegeta, no sea ridículamente caro y no cierre a las 4. Finalmente recordé que ella, que es super cafetera y se sabe todos los cafés, me había mencionado té con té, y le sugerí que fuéramos a ver qué tal.

Fuimos al de curridabat, de entrada bonito, me hubiera gustado sentarme afuera, pero sufro de un friolentismo crónico que no me lo permite. Ya adentro me desconcertó un poco el olor a fritanga (no es un café?) y el hecho de que nadie viniera a ubicarnos en una mesa. Era más como que el mesero iba detrás de nosotras diciendo, esa no, esa no, ahí está cerrado… Si usted alguna vez ha jugado eso de frío, frío, tibio, caliente, se puede hacer una buena idea de cómo nos veíamos madre y yo buscando mesa.

Finalmente nos sentamos y nos trajeron un menú. Para mi felicidad descubrí que había dos que tres opciones vegetas, todo un hallazgo definitivamente. Eso sí, cuando pregunté por la hamburguesa vegeta: “no hay” y el mini sándwich vegeta? “no se prepara en mini, sólo regular”, y yo: pero supongo que lo podés preparar, “no, sólo lo que hay en el menú”. Seamos claros, si usted quiere tener clientes ser flexible es una buena política, no?.

En fin que de las dos que tres opciones vegetas solo podíamos pedir el sándwich vegeta regular, así que decidimos dividirlo entre las dos. Eso sí, en pan integral no porque “no hay”.

Cuando por fin llegó (llegué a pensar que el chef estaba sentado a la par de la mata de berenjenas esperando a que naciera una para mi sándwich) se veía bonito bonito, con una ensalada al lado y papitas tostadas.

Y bueno, como castigo por dejarme llevar por las apariencias resultó no ser lo que parecía. Los vegetales que tenía dentro estaban fríos, qué digo fríos, estaban he-la-dos. O sea, me van a decir que alguien cocina los vegetales y los enfría antes de ponerlos en mi pan? No lo creo!. Lo que creo es que los hicieron, si acaso, desde la mañana, y ni siquiera los entibiaron en el microondas antes de hacer el plato. Qué fatal, especialmente descortés para los que tenemos los dientes sensibles como yo y sentimos que nos electrocutan hasta el cerebro al morder esos vegetales congelados.

La ensalada bien, nada especial eso sí, la podría haber comprado en el ampm perfectamente.

Es una pena, porque de pronto parecía que prometía el lugar. Pero bueno, por lo menos yo, no me trago el cuento que té con té. Comida mala, atención peor.

miércoles, 21 de enero de 2009

Sash, muy vegan friendly

En una plaza medio singracia, en rohrmoser, está este restaurante libanés que me quita el sueño. La última vez que fui estábamos celebrando mi cumpleaños, y estaba decidida a romper la dieta, lo que hice concienzudamente. Le cuento esta experiencia gastronómica espectacular.

Para empezar, procure hacer su reservación en el lounge, porque ciertamente el lado del restaurante está un poco aburrido, parecía, según mis comensales y mi propia observación, una combinación de restaurante chino y escenas del juego “príncipe de Persia”. Pero bueno, dejando de lado las sillas incómodas y la disposición rara de las mesas, todo lo demás, como diría don ramón, ahí se va…

Eso sí, después del primer bocado usted bien podría estar sentado chingo encima de la cocina encendida y ni cuenta se daría, así de jodidamente buena es la comida.

Si usted es vegano, que probablemente lo sea (no soy optimista respecto a carnacas leyendo mi blog), definitivamente le recomiendo la mesa vegetariana, que fue lo que pedimos nosotros. Es un plato grandecito, yo diría que demasiado para una sola persona, fácilmente comen dos personas sustanciosamente de una. El precio? Decente, si mal no recuerdo andaba por los diez mil colones, y entre dos, pues me parece más que justo.

Esta delicia libanesa trae un plato grande de verduras al grill, berenjena, zuchini, cebolla morada y hongos, todo en un marinado exquisito. Calientitas, evidentemente estaban recién hechas, nada recocidas y en porciones abundantitas. Viene acompañada del mejor tabuleh que he comido en la vida, refrescante, aromático y delicioso, es una de esas recetas que no me muero sin conseguir!.

Al la par de esto le sirven un hummus algo amarguito pero igualmente rico, textura fina y la cantidad exacta de ajo, además de un gusto ahumadito que le da un giro interesante a este plato tan versátil y nutritivo. Ah, y unas pitas, unas pitas… simplemente maravillosas, ligeramente tostaditas, frescas, imagino hechas en el sash del restaurante (o al menos eso esperaría, no me decepcionen, ah?), que acompañan perfectamente este plato tan vegan y tan rico.

Y bueno, si usted como yo decidió romper la dieta porque jueputasaldespuésamaneceunomuertoytantavara entonces pídase el postre impronunciable de dátiles y pistachos y termine la noche como tiene que ser. Es una especie de pasta similar al hojaldre, presentada en pequeños bocados rellenos de una pasta de dátiles con pistachos que lo deja a uno babeando cada vez que se acuerda durante los siguientes días.

Para mi gusto los meseros podrían ser más proactivos y moviditos, pero bueno, en serio ya por servida la comida se la podría haber traído Fidel castro en buzo de ejercicios y ni cuenta se daría.

Sí, así de jodidamente buena es la comida, tan cálida y rica como el nombre del restaurante hace pensar.

sábado, 3 de enero de 2009

Amithaba, cuánto te extraño!

La primera vez que alguien me mencionó el amithaba fue mi hermana, que se conoce todos los restaurantes de la vida. Me lo describió como un lugar chiquitito y no muy lindo cerca de la u, pero con la mejor comida vegetariana ever. Y bueno, como yo soy renca para los restaurantes también, pues fuimos enseguida.
Definitivamente el lugar no era muy bonito, las mesas para mi gusto son demasiado pequeñas, y uno tiene que comer en coreografía constante con el comensal de enfrente para no tirarle las pitas y la limonada al piso. La otra cosa es que el baño está como entre las últimas mesas, así que es un poco incómodo utilizar ambos, o sea, el baño y esas últimas mesas.
Pero eso sí, qué comida había esas primeras veces, era de no parar!!!. Si usted alguna vez ha comido las delicias que prepara magalie Ureña sabe de lo que le hablo. Además es super amena y viene a la mesa a interesarse por sus hábitos alimenticios. Cuántas comidas de sushi sin huevo, de pitas rellenas, de casaditos y de pizzas. Y bueno, el queque de chocolate merece acotación aparte, es que yo en mi vida he probado algo similar. Suave y humedito, de sabor espectacular, y por encima una cobertura ligeramente picante y crujiente, no hay palabras!. Lo extraño más que a cualquiera de mis amigos de la adolescencia. Y esa limonada marroquí era de cerrar los ojos y estar en marruecos con ese calor y un marroquí con una espalda como de metro y medio de ancho y… ejem… bueno, volvamos al amithaba que es lo que nos ocupa.
En fin, que como las cosas buenas no duran para siempre (especialmente para los vegetarianos) nuestra chef favorita se fue del restaurante. Y no me malentienda, el lugar sigue teniendo básicamente el mismo menú, o al menos así fue las últimas veces que fui, pero no es lo mismo. En general la calidad ha bajado bastante, y ahora prácticamente no ofrecen repostería vegan (con lo que me gustaba el chocolate con leche de soya y un quequito). Definitivamente un bajonazo cualitativo.
Es un buen lugar, sobre todo si, como hablamos en posts anteriores usted cena como a las 4 de la tarde y no come durante el fin de semana. O sea, digamos que el horario es un poco estrecho. Pero sigue siendo una buena opción. Simplemente hay que recordar mencionar que usted no come lácteos o huevo, porque muchas de las opciones no son estrictamente vegetarianas.
Ahora, si usted es cliente habitual y se entera de que volvió magalie no va a tener que avisarme, le juro que tan pronto pongan un queque de chocolate en ese horno lo voy a saber!.

lunes, 3 de noviembre de 2008

Il ritorno, pero no para mí!

Ok, de entrada le cuento que el tema de referirme a il ritorno en este blog levantó polémica entre mi familia, puesto que les parecía que no debía yo juzgar un restaurante con sólo haberlo visitado una vez. En mi defensa dije que los críticos que destrozan restaurantes en los periódicos no les dan segundas oportunidades a los lugares que visitan. En todo caso, y para dejarlo claro, no soy el tipo de persona que teme que un chef se sienta agredido o resentido por una crítica en blog!, no es la nación, ah?. En fin, que contra los consejos de mi familia voy a contar mi experiencia en il ritorno, y la razón por la que no seré yo quien regrese.
En una noche de viernes cualquiera se me despertó el gusanillo de la comida rica y el restaurante bonito, y recordé que varias personas me habían mencionado este lugar, hablando maravillas de su chef y refiriéndose al lugar como lindo, elegante, etc, etc. Convencí entonces a mi esposo y nos fuimos para il ritorno a cenar. De entrada, el lugar no me pareció tan bonito como esperaba, creo que cuando la gente dice bonito muchas veces está simplemente sobreestimando las velas en la mesa y las servilletas de tela, pero bueno, eso me queda de experiencia; además tuvimos que esperar fuera del restaurante como una hora por una mesa, y aunque fue nuestro error no reservar, ciertamente nadie nos ofreció un aperitivo en la barra mientras esperábamos (Vamos, qué pasa con el servicio al cliente??).
Finalmente logramos una mesa, cuando ya yo estaba dispuesta a dejar el veganismo de lado y arrancarle un brazo a mi esposo para comer algo. Nos atendieron relativamente bien, y digo relativamente porque a pesar de que el mesero probablemente tuvo una buena mamá que le enseñó a ser educado, no tuvo nadie que le aguzara el sentido común y la buena memoria.
En fin, que vamos a la comida!. Ale se pidió una pasta al pesto, luego de preguntarle al mesero que si de seguro no tenía crema ni parmesano, y bueno, nos dijo que no. Yo me decidí luego de un rato por una pasta que me parece recordar se llamaba primavera, supuestamente salteada en aceite de oliva y verduritas y punto. Antes de pedirla, eso sí, le expliqué al mesero que no consumíamos lácteos, y que le agradecería que no pusiera mantequilla, ni crema ni queso en nuestros platos.
Qué decir, voy a hablarle primero del pesto. Alguna vez, probablemente en su niñez, masticó usted una hoja de las matas de su casa? O se metió a la boca un puñado de pasto? Bueno, hágase una idea con eso de cómo andaba el pesto. El gusto era fortísimo, se perdía totalmente el sabor de la pasta y los piñones, todo era como estar comiendo las hojas de albahaca directo de la maceta. Y bueno, en cuanto a mi pasta que esperaba yo con vehemencia la historia no es muy diferente. Se veía hermosa, las verduras fresquitas y coloridas, no recocinadas, los colores del plato bonitos, así que no lo pensé dos veces y empecé a comerla con gusto. Eso sí, en mitad del primer bocado algo me hizo eco en el cerebro, un sabor que no lograba identificar del todo pero que desde el fondo me gritaba “escupa, mae, escupa”. Decidí darle un par de bocados más a ver si se me encendía el foco hasta que por fin, era el sabor dulcete y asqueroso de un lácteo, mantequilla para ser exactos, algún cerebro retorcido le había puesto mantequilla a mis pobres verduras. No hace falta que le cuente que no pude comer más, mi apetito estaba torturado y muerto, igual que el ternerito que prescindió de esa leche.
No hay que explicar mucho más, por lo menos en esta vida, io non ritorneró!